Ya llega esa época del año en la que todas las marcas se cubren de azucarado mazapán, y como cada año, ya está aquí el anuncio de la Lotería de Navidad. Más típico que los cutre papás Noel encaramándose a los balcones. Después del ruido mediático que se montó el año pasado con el famoso anuncio de Antonio, el camarero más bonachón de España, la agencia Leo Burnett y Loterías y Apuestas del Estado insisten en el mismo concepto, con el mismo slogan y con una historia bastante parecida: “El mayor premio es compartirlo” es la base sobre la que se asienta todo el discurso.
Esta vez, eso sí, se han cubierto bien las espaldas para que no les lluevan los palos del 2014 y el 2013. No se puede criticar a los actores (o a los cantantes, como en 2013), porque está hecho en 3D. No se puede criticar que jueguen con los sentimientos de un país en crisis porque se aleja deliberadamente del aura proletaria del bar carajillero del año pasado. Faltará ver si surgen críticas a los métodos de agencia, productora u otros participantes, pero eso, claro, si llega (esperemos que no, que también de eso hayan aprendido), llegará después.
La verdad, pese a la manifiesta falta de riesgo, a nosotros nos ha parecido casi tan bonito como la primera secuencia de Up. Y la comparación no es gratuita, el personaje podría perfectamente ser el mismo, pero treinta años más joven y en territorio patrio. Resumiendo, estamos ante un cuento de Navidad tierno, que narrativamente funciona como un reloj, técnicamente impecable y con un personaje protagonista entrañable y achuchable. Eso sí, el efecto sorpresa del final del año pasado queda completamente suprimido, precisamente por su similitud.
Aún es pronto para evaluar resultados, pero la viralidad está asegurada vista la expectación y el arranque: de momento el hashtag #Justino se ha colado en el número uno del trending topic de Twitter en España y las menciones van que vuelan.
No se puede negar que la historia consigue lo que pretende: un anuncio navideño para calentar el corazón y echar una lagrimita. Y salir corriendo a comprar un par de décimos, claro. Uno para ti, y otro para Justino.
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